domingo, 20 de abril de 2008

El fax

El pitido del tren anuncia la salida de la estación. Ibrahim con la vista perdida en la lejanía, deja volar los pensamientos hacia un pasado doloroso. Los recuerdos pesan demasiado para su corta vida. Días de dolor, hambre y sufrimiento hacen que las lágrimas fluyan descontroladas por las oscuras mejillas. La ropa muy antigua le queda pequeña, aun así no se encuentra incómodo. Junto a él, unos críos se reparten los cromos para jugar al alza y tapa. Sus manos frágiles pero fuertes, extraen del bolsillo un papel arrugado y gastado de tanto leerlo. Después de doce interminables años por fin la libertad, aquella que perdió el día que atravesó el estrecho en la balsa y naufrago, aquel fatal día que solo tres chicos salvaron la vida y los cuarenta restantes perecieron ahogados. Hoy por fin dejó el centro de menores. Tres horas le separan del destino tan deseado, tres interminables horas para abrir la puerta a la esperanza. Ahora le queda que cumplir la meta que se ha puesto para lo cual se ha preparado estudiando. Por él y por todos los que quedaron atrás luchara por conseguir la integración en un mundo de igualdad.

1 comentario:

Mª Teresa Martín González dijo...

Hola. Como ya te comenté el texto no sólo está muy bien escrito, sino que transmite perfectamente lo que siente Ibrahim y nos hace ver una situación constante en nuestra sociedad.

Me ha gustado mucho.

Un saludo.

Nota: Por cierto, hubo un mini-relato que leíste en clase que me gustó mucho, decía algo de las ratitas al final, a ver si lo cuelgas.