sábado, 5 de abril de 2008

EL PAVO

La tarde despierta con signos veraniegos a pesar de ser veinticuatro de diciembre. Los niños juegan a la comba cuando aparece Manuel con el majestuoso pavo. Los mocos cuelgan oscilando cuando gorgotea el glu, glu, glu. Se vislumbra que viene listo para ser introducido a la cazuela. Los chicos alborotados y con interés corren dando gritos de júbilo.
—Manuel— vociferan—!déjalo correr ¡
El pequeño Javier agita los brazos dando palmadas en su intento de atraparlo. Como no alcanza, sacude a Manuel por la entrepierna para que lo eleve a su altura.
El ave intenta escabullirse, presiente que un mal trago le espera.
—Que me harán—piensa— Peque me avisó que no me confiara si veía una cazuela en el fuego, me haré el muerto a ver que ocurre.
Al dejarse caer todos acuden, en un propósito de dar autentico realismo a la situación estira las patas sacudiéndolas, entona un lastimero glú, glu y cierra los ojos lentamente.
— ¡Niños, echaros atrás!—encrespa Manuel—no le quitéis el aire, este pavo es un semental muy costoso.
— ¿Qué es un semental?—pregunta Taño.
— Un animal que se destina a padrear, o dicho de otra manera para que lo entendáis, el pavo que se introduce en el gallinero para que engendre a las hembras y estas pongan huevos que obtengan pavitos de exposición. En segundos el ave entreabre los ojos y lentamente se levanta; despliega las vistosas plumas en un alarde de orgullo, estira el cuello y con graznidos agudos y estruendosos se dirige a una posible compañera.

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