sábado, 29 de noviembre de 2008

LA PEPA

2ª TRABAJO: LA PEPA
*** Que cazuela la de Pepa, sucia como ella sola, los desperdicios están más comestibles que lo que encierra la olla, vamos que si me invita, me tendré que traer la comida hecha ¡madre mía, pero si casi no se distingue el color de la tapadera! aviado va el que se case con ella, menudo marrón, seguro que cuando vea el panorama ni come, anda hija vas apañada, y por si fuera poco hasta la gallina con las plumas por el borde, y la silla, como para sentarse y no quiero ver como las sábanas que el perro …
Lola almuerza con Pepa—le indica la madre en la puerta—tu padre y yo vamos de recados.

1ª TRABAJO: La Pepa
***Por más vueltas que le doy solo me queda una opción, que la Pepa no tiene arreglo en cuanto a vagancia, la cazuela, entre las abolladuras y la comida adherida que parece que no a tocado el estropajo… es imposible que me quede en esta casa a comer, ni aunque me lo mande mi madre, pero si yo fuese hombre y estuviera ciego, posiblemente me casaría con ella, porque lo cortés no quita lo valiente, la Pepa es una bella persona.

jueves, 27 de noviembre de 2008

PATIO ANDALUZ
Patio con abrasadas buganvillas
bello cenador preso en campanillas,
naranjo de fachada blanca, y ragua
en fuente que desliza rumor de agua.

Higuera, tulipán, jazmín que` mana
aroma y luz que enciende la mañana,
fantasía de adormecida guitarra
trovar enardecido de chicharra.

Patio de Andalucía. Argot varado
junto al ciprés dorado, suspiro de sol
en tiesto de clavel aprisionado.

Patio de Andalucía. Colgante parra
tras la reja, y fragante parietaria,
retozar permanente de cigarra.

martes, 25 de noviembre de 2008

LA MUÑECA

La muñeca
1* TRABAJO. La muñeca queda tendida en la acera. Lola sube al coche agarrando con fuerza la mano de Carolina y este desaparece en la lejanía. Los ojos de la pequeña se inundan de lágrimas cuando repara que no lleva el juguete.
—Papá—implora— regresa por mi muñeca.
Este hace caso omiso, y continúa la marcha hasta que la sed aprieta deteniéndose en una gasolinera.
La pequeña queda sola, ve un auto rojo en dirección a su muñeca, y sin pensarlo se esconde en los asientos traseros cubriéndose con una manta. Dos chicos se introducen dando voces y arrancan saliendo a toda velocidad. El griterío de una mujer, anunciando que los atracadores han huido en el vehículo rojo, alerta a los padres que ahora se percatan que han dejado sola a la pequeña.
Corren hacia el automóvil, lo único que alcanzan ver son los pilotos encendidos que se pierden en la oscuridad de la noche.

2* TRABAJO. La muñeca que porta la pequeña queda tendida en el suelo. Lola oprime la mano de la cría y la arrastra al coche, que veloz se pierde en la lejanía. Carolina llora desconsolada.
—Papá—implora—regresa por mi muñeca.
Alonso mira el reloj… titubea.
—Te compraré otra al regreso.
La niña oculta el rostro entre las manos y continúa llorando. Los quilómetros se comen el asfalto hasta que la sed aprieta y deciden parar en la próxima gasolinera. Bajan del coche. La pequeña queda dormida en el asiento trasero.
Ensimismados tomando café, escuchan voces. Salen a la calle y ven dos chicos corriendo que se introducen en un coche.
— ¡Atraparlos!—grita el dependiente— los del coche rojo se llevan el dinero de la caja.
Ahora se percatan que la niña está sola, corren… un escalofrío congela los cuerpos… el asiento está vacío, se giran y lo único que ven son los pilotos de un coche rojo que se pierde en la noche.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

UN PEZ

Había una vez un pez cuya vida transcurría en una pecera. El dueño, que era muy tacaño, pensó un día que comía demasiado. Cada vez le echaba menos comida hasta que un buen día no le echó nada. Como el pescado seguía vivo, pensó en quitar cada día una cucharada de agua, y así lo hizo hasta que no quedó ninguna. Como el pescado seguía vivo, pensó meterlo en una jaula. Pasado un tiempo… Como el pescado seguía vivo, se arrepintió de lo que había hecho con él y lo devolvió a la pecera. Cuando el pescado se halló en la pecera intentó respirar… y se ahogó.

lunes, 17 de noviembre de 2008

DIÁLOGO INTERIOR


DIÁLOGO INTERIOR
De una viuda que entierra al marido.
Tú pensabas que moriría de sufrimiento al quedar sola, con lo abandonada que navegué toda la vida. Soñaba con mi independencia, ya que no fui capaz de correr aquél día que me humillaste, mírate, con la sonrisa marcada en tu gélido rostro… rostro de imbécil, que se creía el amo del mundo. Ahora, en la última palada, aquél chico que observa en la esquina me acompañará a casa y…




DIÁLOGO INTERIOR
De un viudo.
Tú pensabas que al dejarme solo moriría contigo, que no seria capaz de llevar la casa y los hijos ¡con lo maltratado que me tenias! Decías a mis amigos lo calzonazos que era para ti… con la soledad que piloté mi barco. Deseaba mi independencia, en la vida obtuve de tus labios una palabra de cariño, y a mi pesar, no te abandoné, siempre te quise, si bien no me permitiste demostrártelo. Ahora, observo tu rostro, y como no me puedes rebatir, te digo ¡hasta siempre! Mañana me caso.

domingo, 16 de noviembre de 2008

LA COTORRA

LA COTORRA
Pepa, “la cotorra del barrio”, se desplaza al mercado en bicicleta. El olor a pollo asado, la distrae al tomar la curva atropellando a Manuela, vecina, con la que tiempo atrás platicó mal. Derribada, al percibir la desesperación de Pepa, improvisa estar dolida, aunque en realidad, la única abatida es su dignidad.
—Que dolor—la increpa duramente— me has roto la pierna.
—No pude frenar—y haciendo un gesto con la nariz— el olor a pollo me distrajo.
—Que alguien llame a la ambulancia—comenta un transeúnte.
—¡Ay, ay! ¿pero es que nadie piensa socorrerme con lo mal que estoy?
Al instante el cónyuge de Manuela, transita por la acera cogido del brazo de una chica dándole carantoñas. Esta, que observa la escena, olvida la representación. Se engrandece volando. Y sin mediar comentario, se lía a bolsazos con José.
— ¡Ya te avise que tu marido andaba con otra!—le grita la cotorra jactándose.

sábado, 15 de noviembre de 2008

EL ROSTRO


EL ROSTRO

Aureola de rubí, el rostro es, morada
de estrellas y aljófar en firmamento.
Tú, lucero y alborada, sufrimiento,
de madre eres pasión inmaculada.

Portas cruz de agonía. Abandonada,
vespertina oración de sentimiento.
Sostén de hombre. Estremecimiento
de clavos que engalanan tu morada.

Salvar un río de amor por un mañana.
Manantial cristalino, voz, lamento,
torrente de ternura y pensamiento.


Pasaje de luminiscencia, Llanto,
condena de clamor, joroba y manto.
Esperanza de vida, y paz cercana

lunes, 10 de noviembre de 2008

VIAJE AL CORAZÓN


VIAJE AL CORAZÓN
Corre el año mil novecientos setenta y ocho, Mercedes porta una cesta de huevos hacia la plaza del mercado. De estatura baja y cuerpo menudo, afianza con fuerza su sostén de vida, el peso del canasto no lastima, los setenta y cinco años inquietan menos a su alma, que su existencia. Las arrugas del rostro marcan el paso de los años, los ojos azules se esconden bajo unos parpados caídos, la mirada vacía busca en el pasado, espera un milagro…
La ponzoña de una mujer, comentándole, que en los caracolillos han desenterrado los cuerpos de cinco desaparecidos en la guerra, la arrastran en una espiral de viaje, a su oculto pasado.

***

Era de la alta montaña, su vida transcurría feliz hasta aquél amargo día…Su marido alcalde del pueblo sin ideales políticos, desapareció dejándola con un hijo de cinco años. Días después, supo que había sido fusilado por intentar proteger a un chico de quince años. Rota, hundida, sin pensar en las consecuencias, envolvió su cuerpo en una bandera republicana, y se echó a la calle dando voces de viva la republica, acción, que pagó con cinco años de cárcel, le raparon el pelo y la encerraron en una celda de castigo durante cinco meses. La prisión fortaleció su mente. Ella no solía quejarse, su hijo que había cumplido diez años la necesitaba, mas una sorpresa la esperaba fuera. Adela, la sobrina que cuidaba del chaval, dos años antes a su salida se marchó al continente americano, destino, Argentina. No le comunicó nada temiendo por el pequeño, querían darlo en adopción. Llanto amargo y doloroso, no quedaban lágrimas para derramar, los ojos vivían secos. En el pueblo no era bien vista, por lo que tomó una difícil decisión, renunciar a la familia y emigrar a un lugar recóndito. Viajaría a una zona donde los habitantes no indagaran en su vida, soterrada en lo más profundo del corazón. Alquiló una habitación, se dedicó a trabajar de sol a sol, en el campo, limpiando casas… Transcurrían los años, largos, interminables y fríos, una Esperanza la mantenía fuerte, la promesa de Adela de volver un día con José. Un buen día, maravilloso y dulce, blanco, dorado y verde del mes de Noviembre, recibió una carta de José. La promesa de llevarla con él, despertó la Esperanza y le proveyó fuerza para seguir viviendo…

***
Once de diciembre de mil novecientos ochenta y seis. El cuerpo inerte de Mercedes yace en la mecedora. En la mano, fuertemente apretada, pernocta un telegrama portando un mensaje (Hoy regreso para llevarte conmigo. José)…
María entra en el mortuorio, es la vecina, la única amiga que puso el hombro para que Mercedes posara la cabeza alguna vez. En un gesto de cariño besa la mano que permanece rígida y fría, se abraza a José y comienza un diálogo que termina con el relato de lo que ella conoce de la vida de Mercedes…
La última voluntad de ser enterrada en un lugar, donde el sol muestre la senda durante el día, y la luna oriente de noche el camino de luz, se va a cumplir dos horas después. La Esperanza, guardada en el corazón durante años, dormirá con ella…

Hoy, al viajar a la memoria histórica, me pregunto ¿en que lugar de nuestra historia tendríamos que establecer a todas las Mercedes de esta historia? “por ambas partes”.

sábado, 1 de noviembre de 2008

UN SEGUNDO

UN SEGUNDO
La ducha corre por el cuerpo desnudo de Crasita, la respiración baja como los chorros que en cascada se desprenden por el cuerpo, la relajan de manera, que el tiempo se cristaliza para observarla.
— ¡Crasita, Crasita!— llama una voz.
El sobresalto la saca del mundo en que se haya. Recoge una toalla, envuelve el cuerpo y sale al pasillo secándose el pelo.
— ¿María, me has llamado?
—No, pero si quieres una infusión de verbena, está caliente.
Convencida por la explicación de su hermana, frunciendo el entrecejo se adentra en el dormitorio para vestirse.
—Crasita— escucha la voz en su interior—di a todos que no sufran, yo, soy feliz.
Anonadada se sienta en la cama. La boca se ha secado, los aromas se dispersan, el día se hace noche, el tiempo se contiene, el perfume a jazmín que porta en la mano cae al suelo fragmentándose, no tiene duda, la voz, es conocida.
La música de Ravel suena en el móvil, lo sujeta fuertemente pero… se niega a contestar, el bolero sube a la cumbre del clímax y obligada por la fuerza; trémula, pulsa el botón.
—Diga—murmura con un silencio apagado.
—Tu marido…no está muerto.