lunes, 10 de noviembre de 2008

VIAJE AL CORAZÓN


VIAJE AL CORAZÓN
Corre el año mil novecientos setenta y ocho, Mercedes porta una cesta de huevos hacia la plaza del mercado. De estatura baja y cuerpo menudo, afianza con fuerza su sostén de vida, el peso del canasto no lastima, los setenta y cinco años inquietan menos a su alma, que su existencia. Las arrugas del rostro marcan el paso de los años, los ojos azules se esconden bajo unos parpados caídos, la mirada vacía busca en el pasado, espera un milagro…
La ponzoña de una mujer, comentándole, que en los caracolillos han desenterrado los cuerpos de cinco desaparecidos en la guerra, la arrastran en una espiral de viaje, a su oculto pasado.

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Era de la alta montaña, su vida transcurría feliz hasta aquél amargo día…Su marido alcalde del pueblo sin ideales políticos, desapareció dejándola con un hijo de cinco años. Días después, supo que había sido fusilado por intentar proteger a un chico de quince años. Rota, hundida, sin pensar en las consecuencias, envolvió su cuerpo en una bandera republicana, y se echó a la calle dando voces de viva la republica, acción, que pagó con cinco años de cárcel, le raparon el pelo y la encerraron en una celda de castigo durante cinco meses. La prisión fortaleció su mente. Ella no solía quejarse, su hijo que había cumplido diez años la necesitaba, mas una sorpresa la esperaba fuera. Adela, la sobrina que cuidaba del chaval, dos años antes a su salida se marchó al continente americano, destino, Argentina. No le comunicó nada temiendo por el pequeño, querían darlo en adopción. Llanto amargo y doloroso, no quedaban lágrimas para derramar, los ojos vivían secos. En el pueblo no era bien vista, por lo que tomó una difícil decisión, renunciar a la familia y emigrar a un lugar recóndito. Viajaría a una zona donde los habitantes no indagaran en su vida, soterrada en lo más profundo del corazón. Alquiló una habitación, se dedicó a trabajar de sol a sol, en el campo, limpiando casas… Transcurrían los años, largos, interminables y fríos, una Esperanza la mantenía fuerte, la promesa de Adela de volver un día con José. Un buen día, maravilloso y dulce, blanco, dorado y verde del mes de Noviembre, recibió una carta de José. La promesa de llevarla con él, despertó la Esperanza y le proveyó fuerza para seguir viviendo…

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Once de diciembre de mil novecientos ochenta y seis. El cuerpo inerte de Mercedes yace en la mecedora. En la mano, fuertemente apretada, pernocta un telegrama portando un mensaje (Hoy regreso para llevarte conmigo. José)…
María entra en el mortuorio, es la vecina, la única amiga que puso el hombro para que Mercedes posara la cabeza alguna vez. En un gesto de cariño besa la mano que permanece rígida y fría, se abraza a José y comienza un diálogo que termina con el relato de lo que ella conoce de la vida de Mercedes…
La última voluntad de ser enterrada en un lugar, donde el sol muestre la senda durante el día, y la luna oriente de noche el camino de luz, se va a cumplir dos horas después. La Esperanza, guardada en el corazón durante años, dormirá con ella…

Hoy, al viajar a la memoria histórica, me pregunto ¿en que lugar de nuestra historia tendríamos que establecer a todas las Mercedes de esta historia? “por ambas partes”.

1 comentario:

republica_motril dijo...

Me ha encantado la historia sobre Mercedes y su Esperanza. Esperanza que llego tarde, acompañandola por siempre, sueño truncado, cuando tan cerca lo tenia...
Animo y sigue asi, escribes muy bien, un saludo. tu sobrino Alfonso.