sábado, 1 de noviembre de 2008

UN SEGUNDO

UN SEGUNDO
La ducha corre por el cuerpo desnudo de Crasita, la respiración baja como los chorros que en cascada se desprenden por el cuerpo, la relajan de manera, que el tiempo se cristaliza para observarla.
— ¡Crasita, Crasita!— llama una voz.
El sobresalto la saca del mundo en que se haya. Recoge una toalla, envuelve el cuerpo y sale al pasillo secándose el pelo.
— ¿María, me has llamado?
—No, pero si quieres una infusión de verbena, está caliente.
Convencida por la explicación de su hermana, frunciendo el entrecejo se adentra en el dormitorio para vestirse.
—Crasita— escucha la voz en su interior—di a todos que no sufran, yo, soy feliz.
Anonadada se sienta en la cama. La boca se ha secado, los aromas se dispersan, el día se hace noche, el tiempo se contiene, el perfume a jazmín que porta en la mano cae al suelo fragmentándose, no tiene duda, la voz, es conocida.
La música de Ravel suena en el móvil, lo sujeta fuertemente pero… se niega a contestar, el bolero sube a la cumbre del clímax y obligada por la fuerza; trémula, pulsa el botón.
—Diga—murmura con un silencio apagado.
—Tu marido…no está muerto.

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