miércoles, 4 de junio de 2008

Leyenda motrileña 2* parte

Leyenda motrileña 2* parte

Que lo creas o no me importa bien poco.
Mi abuelo se lo contó a mi padre,
mi padre me lo refirió a mí
y yo te lo cuento ahora,
siquiera no sea más que por pasar el rato.
BÉCQUER
***
—Aquella tarde, cuando el sol proyectaba sus rayos perpendiculares sobre la tierra, el bullicio existente en el Solar de la Villa era digno de ser plasmado por el pintor más famoso de la época: los arrieros cruzaban con los animales cargados de cañas hacia los ingenios azucareros, los bazares de los moriscos eran invadidos por transeúntes con indumentaria a la castellana; en el centro del Solar, mujeres moras ofrecían sus mantecadas junto a los puestos de buñoleros; en la zona más elevada, el muezín tocaba llamada para comenzar el pregón.

Aban, con la vista vacilante de un punto a otro, contemplaba absorto tal movimiento. De improviso, un aliento de fuego abrasó su cara. Dirigía los pasos hacia donde él se hallaba y era la más hermosa mujer que avistara ojo alguno. Vestía con todo el lujo y galas usadas por los señores cristianos; las negras trenzas se entrelazaban con perlas de radiante blancura; en torno al cuello, colgaba una cadena de oro de la que pendía un crucifijo. No cabía duda, aquella doncella era cristiana. La luz de los negros ojos, fueron como chispas para el corazón de Aban cuando cruzaron las miradas. Aquella tarde, a la oración de ´Alajá`, dirigíase Aban a los baños. Había doblado la esquina de un callejón desierto, cuando desde una balaustrada de alerce exquisitamente labrada, le fue arrojada una rosa. Aquella flor era la prenda de amor de una mujer. (Entre los árabes y los moros las flores son frases de un diccionario, con cuyo auxilio sólo se comprende un dulce lenguaje: el del amor). Y eso era lo que pensaba Aban cuando acariciaba los rojos pétalos. El tiempo pareció congelarse cuando alzó la vista. La silueta de la joven cristiana se dibujaba tras una puerta vidriada de doble hoja. El primer pensamiento fue huir de allí. ¡Quién piensa unir su destino al de una mujer que es hija de un renegado; hija de un enemigo de mi patria? Pero su boca no pronunció tales palabras.

Micaela interrumpió el relato y, dirigiéndose a Juan, le ordenó vaciar un quinto saco. Con grandes espuertas, retiraron las cáscaras que iban siendo amontonadas en un rincón. Después, Micaela retornó la palabra donde la había dejado.


—Los jóvenes siguieron viéndose; al poco tiempo se saludaron, después de los saludos se hablaron y más tarde se amaron. Lo que pasó durante un tiempo nadie lo supo, hasta que la palabra de esposos se hizo sentir.

Hallábase Aban una tarde en un pueblo costero cercano a Motril, cuando una gran multitud invadió la plaza. En el centro fueron apiñados hombres, mujeres, viejos y niños, a quienes con una escoba, se les rociaba de agua bendita, simbolismo con el cual se les convertía a la fe cristiana. Si algún mortal hubiese penetrado en el cerebro de Aban, habría contemplado la rabia y el dolor contenido en su interior. Enfurecido, vistió un traje moro, montó en su caballo un alazán negro, y poco después cruzaba el Solar para acudir a la cita nocturna. Mil puñales que hundieran su acero en el corazón de Azucena no la habrían herido tanto como la contemplación de las vestiduras.

— ¡Que ropas son esas?—interrogó con voz que parecía salir de ultratumba—¿Por qué os disfrazáis?
— Estas son las ropas que lleva mi pueblo, ropas que nos quieren arrancar los cristianos y es la indumentaria que llevaré desde ahora como buen musulmán.
— Vos no me amáis.
Azucena no podía contener las lágrimas, creía desfallecer y, en ese instante, hasta la criatura que llevaba en el vientre comenzó a dar señales de vida.
— ¡Sí, os amo! Pero antes que a vos, amo a los míos.
El corazón de Azucena latía con más violencia.
— ¿Sois árabe? si lo sois, convertíos a la fe de Jesucristo—pedía Azucena con voz ahogada.
— Jamás—contestó con rabia—convertíos vos a la fe de vuestros abuelos.
— ¡No! no podría, adoro a mi Dios con toda mi alma, por él sufrirle martirio de mi amor y, si es preciso, el castigo de mi cuerpo… profesad vos en el fondo del corazón vuestra religión, pero juradme que si tenemos hijos serán cristianos y solo entonces seré vuestra esposa.
— Quedad con vuestro Dios—y sacando la rosa que prendía junto al corazón, se la arrojó a los pies diciendo—jamás aceptaré vuestra petición. Yo no sabía lo que era amor hasta que os conocí, ignoraba lo que os amaba hasta este momento. Os amaré por la eternidad, pero el destino nos separa. Vuestros antepasados renegaron de su ley por el oro de los cristianos. Vos no queréis volver al camino que ellos dejaron. ¡Cúmplase lo que está escrito! pero cuando veáis amanecer la mañana, cuando recorráis los arrabales que supieron de nuestro amor, acordaos que vos lo sacrificasteis.

***


—Dicho esto, temiendo que las fuerzas lo abandonasen, que el amor que sentía por Azucena fuera más fuerte que la fe, salió huyendo como animal herido de muerte. Ella, inmóvil, como si la hubiesen clavado en la tierra, lo vio desaparecer en el silencio de la noche.
Días después, Aban recibió una carta que decía: “Diego de mi alma, hay momentos que impiden a una mujer revelar a su propio esposo algunas verdades, (porque ante los ojos de mi Dios vos lo sois), pero es preciso que sepáis que llevo en mis entrañas el fruto de nuestro amor por el cuál juré morir”. Aban, embriagado de amor, montó a caballo buscando desesperadamente a su amada. Recorrió las calles, buscó en las mezquitas, ojeó las plazas; las voces resonaron en los cuatro puntos de la antigua Sexi, más Azucena no aparecía. La vega supo de su llanto, las cañas le hicieron de colcha y cama, la luna corrió junto a él brillando con más fuerza, pero todo fue en vano; se la había tragado la tierra.
CONTINUARÁ

1 comentario:

Mª Teresa Martín González dijo...

Bueno, bueno. De todas todos tus escritos, definitivamente "Leyenda Motrileña" es la que más me gusta.

Me gusta mucho el leguaje utilizado, sobre todo en los diálogos. Se nota una diferencia de lenguaje y carácter entre la abuela y compañía, y luego los dos amantes. Está muy bien conseguido.

El personaje de Aban es muy interesante.

Por favor, sigue con la historia.

Un saludo.